jueves, octubre 27, 2005

El amor II(leer despues de leer el amo I mas abajo publicado)


Por fin llegó. Nada más apearse le inundó el olor a mar, era tan diferente de lo que ella conocía… En la estación le vio llegar a lo lejos. Llevaba un cochambroso paraguas negro que pedía una jubilación a gritos, cuando lo abrió era todo un amasijo de hierros. Decidió darle una muerte digna y lo dejó en una papelera. Se rieron con ganas…



Habían pasado momentos difíciles, pero superaron los baches. Nadie les dijo que fuese fácil, pero tenían y querían intentarlo. Solo tenían una vida para disfrutar.



Cierto día, ella descubrió algo que oscureció su mirada y llenó su alma de una profunda tristeza porque vio lo que muchas otras veces había visto: No quería volver a caer en ese oscuro abismo, no quería sufrir nunca más.
Él la observó detenidamente y se dio cuenta de que algo pasaba. Ella no quería hablar por miedo a derrumbarse, pero al final se lo contó… Después vinieron las explicaciones y la discusión. Ella no aguantó más y se quebró como un cristal. Las lágrimas brotaron de sus ojos y resbalaban por sus mejillas como un riachuelo desciende por la montaña. Él había traicionado su confianza y ella se sentía dolida en lo más profundo de su ser. Sintió por unas décimas de segundo que era el momento de terminar con todo aquello, pero cuando levantó su triste mirada del suelo se encontró con que los ojos de su amado enrojecían y se volvían acuosos… Entonces él habló con voz quebrada por el dolor:

“Te quiero. Quiero casarme contigo… Lo más pronto que el tiempo nos permita, aquí o allá donde tú quieras. Quiero tener muchos hijos contigo y verlos crecer juntos. Envejecer junto a tí. Te amo desde el momento en que nos conocimos porque ese día supe que Dios existía y te había creado a tí, y quiero seguir haciéndolo el resto de mi vida… ¿Recuerdas el día que te dije que el amor verdadero se para a tu lado? Pues yo llevo detenido a tu vera desde que te conocí.

Pide lo que quieras, porque te juro mi amor que daría mi vida por tí. Eres el amor de mi vida. Si me dejas, será el fin de mi existencia, porque no temo a la muerte ni al dolor, solo temo a que me apartes de tu lado…

Sé que debí decirte todo esto hace mucho tiempo, pero más vale tarde que nunca..."




El tiempo se detuvo para ella. Las palabras fueron directas a lo más hondo de su alma y como flechas a su corazón. Solía fantasear imaginado que alguien la conquistaba diciéndole ese tipo de cosas. “El día que me prometan eso, daré mi corazón a esa persona para siempre”.

Nunca pensó que encontraría a alguien que le dijese exactamente lo que ella deseaba secretamente, pero lo encontró. Y entonces todo se volvió tan claro... Se acercó a él y le abrazó. “Te quiero. No dejes de confiar en mí, porque voy a estar ahí siempre que lo necesites”.

“No lo haré…-respondió él- Te amo”.

El amor I


Llevaba mucho tiempo pensándolo y la idea no se le había ido de la cabeza, así que finalmente decidió ir a verle.

En el último momento, mientras esperaba en el andén advirtió su propio miedo. ¿Tenía que ser así? Sí. "Más adelante Dios dirá".

El viaje se le hizo terriblemente largo. Esperaba con nerviosismo el momento en que volvería a verle. Correría hacia él y se fundirían en un cálido y tierno abrazo.



De pronto recordó el día que se conocieron, hace muchos años. Fue algo casual, pero así es la vida, y de esa casualidad surgió una profunda amistad.

Ella vio en él alguien con quien se sentía cómoda contándole sus miedos, inquietudes, penas y alegrías. Le tenía mucho cariño.

Él nunca pensó encontrar un Ángel en la tierra. Aquel día dio gracias al cielo por enviarle tan divino tesoro.



Una vez ella le dijo que temía encontarse con su alma gemela y no darse cuenta de ello y de esta forma perder ese amor para siempre. ÉL le contestó: "El amor verdadero se reconoce y nunca pasa de largo. Se para a tu lado". No entendió el significado de esta frase hasta unos años después...



El tiempo fue pasando y para ella lo que antaño fue una buena amistad, se fue convirtiendo en algo más. Volvió a tener miedo, no quería perder un amigo por los caprichos de su corazón. Él, por su parte, callaba mucho más de lo que hablaba.



Cierto día quedaron. Para entonces, los sentimientos de ella eran evidentes, incluso él le había insinuado algo.

Jamás le olvidaría a él esperándola pacientemente en el andén. Cuando ella bajó del tren una sonrisa iluminó su cara, y mientras se acercaba a saludarle, él se puso de rodillas y le besó su delicada mano. La sorpresa de ella fue mayúscula, pero agradeció ese gesto con un fuerte abrazo.

Después de mucho hablar mientras paseaban por aquella cuidad, él se paró, la miró y lentamente se acercó para besarla. En ella apareció una luz de esperanza, una luz tan intensa y luminosa como la del sol que les acompañó esa tarde. Le confesó su amor mientras él asintía diciendo: "Yo siento lo mismo"



Aquí comenzó la historia... ¿O debo decir que realmente empezó el día que se conocieron? Es lo mismo...

domingo, octubre 09, 2005

Lalalaaaa

Como siempre que llevo tiempo sin escribir, no se muy bien que decir, como expresarme, como hacer que esto que leeis os interese.
De momento ya que no hay mucho que contar, dire que estoy mas o menos bien, con mis cosillas pero no me quejo. Aunque no se si pierdo el tiempo en escribir esto, porque tal vez a ti ni siquiera te interese, quiza entres por aburrimiento... pero bueno aqui os dejo una cancion que me gusta mucho, pa que mateis un poco el aburrimiento.

Mientes mientras besas;
escupes a mi corazón.
No regalas promesas,
nunca dices adios.

Te fuiste en primavera,
verano no sirvió
para echar a tus fantasmas
de la habitación.
Maldigo aquel otoño
que alguien me recordó
que te debía una canción.

Se ha quedado a vivir
en mi la soledad;
no me apetece ni salir.
Me quedo por aquí,
pegado en el sofá
Que hoy preguntó otra vez por ti
Muriendo así.

Invierno fue una guerra
que el frío me ganó.
Dejé puestas las llaves
pero nadie abrió.
Maldigo aquel febrero
que alguien me recordó
que te debía una canción.

Dicen que ahora eres feliz:
tu casa, tu oficina
tu rutina, tu trajín.


Muchos besines a todos...